Sonia Méndez Garatea
Hace ya unos meses que comenzó el
curso escolar en los centros de enseñanza. Del mismo modo, pasadas las
actividades de verano, se ha retomado el ritmo habitual en asociaciones que
trabajan con txikis y jóvenes,
ludotecas, gaztelekus – casas de juventud… es decir, en todo lo que solemos
llamar educación no formal. Seguramente, un año más, muchos de esos recursos
para jóvenes, tanto desde la educación formal como desde la no formal, estarán
pensando qué actividades llevan a cabo con sus chicos y chicas y la educación
sexual estará en la programación de muchos de ellos. Así pues, nos hemos
planteado introducir algunas reflexiones en torno a los talleres y sesiones de
educación sexual así como a la educación sexual que realizamos de manera
informal, casi sin darnos cuenta.
Una de las primeras preguntas que
solemos hacer cuando impartimos talleres de educación sexual con adolescentes y
jóvenes es
la de qué les han contado en sesiones previas, si es que las han tenido, de educación sexual. La verdad es que las respuestas (y no hay grandes diferencias en cuanto a modelo educativo, rural-urbano, colegio o instituto público o privado) siempre son parecidas y son expresadas con caras de resignación. Una gran mayoría señala que les enseñaron a poner preservativos y les hablaron de las infecciones de transmisión sexual, otros dicen no haber recibido nunca este tipo de sesiones o, al menos, no lo recuerdan. En menor medida, encontramos también otro tipo de intervenciones que adolescentes y jóvenes identifican con educación sexual. Así por ejemplo, en más de un grupo se nos ha contado que, en el colegio-instituto, el responsable de impartir la charla de sexualidad era una empresa de higiene íntima femenina (¡al terminar la sesión las chicas se iban con el kit de la firma en cuestión bajo el brazo!).
la de qué les han contado en sesiones previas, si es que las han tenido, de educación sexual. La verdad es que las respuestas (y no hay grandes diferencias en cuanto a modelo educativo, rural-urbano, colegio o instituto público o privado) siempre son parecidas y son expresadas con caras de resignación. Una gran mayoría señala que les enseñaron a poner preservativos y les hablaron de las infecciones de transmisión sexual, otros dicen no haber recibido nunca este tipo de sesiones o, al menos, no lo recuerdan. En menor medida, encontramos también otro tipo de intervenciones que adolescentes y jóvenes identifican con educación sexual. Así por ejemplo, en más de un grupo se nos ha contado que, en el colegio-instituto, el responsable de impartir la charla de sexualidad era una empresa de higiene íntima femenina (¡al terminar la sesión las chicas se iban con el kit de la firma en cuestión bajo el brazo!).
Más allá de la buena voluntad que
exista entre el profesorado o los educadores que programan el taller/charla así
como de las personas que la imparten, estos ejemplos nos ayudan a vislumbrar
desde dónde se está impartiendo hoy día la educación sexual.
Por un lado, nos encontramos con
intervenciones desde la urgencia y la salud pública. Estas intervenciones
suponen que lo que más hace la gente joven es llevar a cabo relaciones con
penetración (la mayoría de ellas vaginales) y por tanto el poco tiempo dedicado
a la formación se dedica a enseñar a poner el preservativo para evitar
embarazos e infecciones. Así pues este tipo de intervenciones relacionan “lo
sexual” con aspectos considerados negativos como son las infecciones y los
embarazos (¿por qué considerar de manera negativa un embarazo? ¿por qué suponer
que toda la gente joven quiere “evitar” los embarazos?), centran prácticamente
toda su atención en relaciones heterosexuales olvidándose de relaciones entre
dos chicos y más aún de relaciones entre dos chicas, conceden mayor importancia
(pese a mandar mensajes que señalan lo contrario) a la penetración vaginal
frente al resto de prácticas eróticas posibles, entienden que el sexo es
aquello que se hace, que se practica y no aquello que somos, hombres y mujeres
en relación.
Por otro lado, aunque en menor
medida, encontramos intervenciones promovidas por empresas cuyo único objetivo
es la venta de sus productos y la creación de nueva clientela.
Si bien es cierto que ningún
grupo nos ha hablado de ello, también podríamos encontrar ejemplos de sesiones
de educación sexual que se imparten desde la moral religiosa, colectivos
militantes, etc.
Por supuesto, y aquí pensamos
fundamentalmente en centros educativos, otra forma de posicionarse en torno a
este tema es el hecho de no programar sesiones de educación sexual.
La educación de los sexos y
sus objetivos
Todos los ejemplos descritos
hasta ahora han hablado de una educación sexual muy cercana a la higiene, a lo
genital, a lo que se hace o no se hace… Sin embargo, algunos sexólogos hablamos
de educación de los sexos, es decir, como ya hemos visto en otros artículos,
entendemos que hablar de sexos es hablar de hombres y mujeres y por tanto si
“sexual” significa “de los sexos” la educación sexual pondría el foco en
comprender por qué somos las mujeres y los hombres que somos, cómo hemos
llegado a ello, cómo nos vivimos por el hecho de ser esas mujeres y esos
hombres, cómo nos relacionamos con otros hombres y mujeres, cómo gestionamos
nuestros proyectos en común…
Así pues, podríamos afirmar que
en colegios, institutos, asociaciones, gaztelekus, etc siempre se realiza, de
manera informal, educación sexual (y además de manera bidireccional, de
educadores a educandos y de educandos a educadores) pues no se puede no educar
(educamos con lo que decimos y callamos) y no se puede no estar en continua
relación con hombres y mujeres que cambian, cambiamos y nos cambian. De esta
manera, el papel de los profesionales que pasan tiempo con esos y esas txikis, adolescentes y jóvenes, se
torna de vital importancia pues son ellos y ellas los que les acompañan en su
cotidianeidad por lo que sería interesante apostar por su formación en estos
temas. Por su parte, el papel destinado a los expertos y expertas en Sexología,
que somos muchos en Navarra, sería el de además de poder impartir charlas o
talleres para generar diálogo sobre aspectos concretos, formar y asesorar a
esos profesionales que van a acompañar a hombres y mujeres en su proceso
educativo, también en el proceso de hacerse hombres y mujeres.
Bibliografía:
Amezúa, E. (2001). Educación de
los sexos. La letra pequeña de la educación sexual. Revista Española de
Sexología, 107-108, monográfico doble.
Rodríguez, Ana Belén (2013).
Educación social y sexología: convergencias para la integración del hecho
sexuado en la intervención socioeducativa profesional. Facultad de educación,
Universidad de Salamanca. Si te apetece leerlo entero puedes hacerlo en: http://sexologiaenredessociales.wordpress.com/2013/10/02/sexologia-dia-mundial-de-la-educacion-social-edusoday/
Artículo publicado en la revista de la Asociación Hegoak Elkartea.
Estoy totalmente de acuerdo. La educación llamada sexual en las escuelas debería centrarse no sólo en los resultados posibles de las relaciones eróticas, sino en la manera de acercarse los sexos, informando de que todas ellas son diferentes, que no hay normas ni estándares, por lo que no debe haber tampoco frustración si no se cumple lo que la sociedad vende como "normal" (dentro de la norma).
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario y tu aportación, Libe Li!
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