Sonia Méndez Garatea
Las
aplicaciones, esos programitas sencillos que “mejoran” (o no)
nuestros queridos e indispensables smartphones,
han
llegado también a lo que algunos insisten en llamar sexo - ya hemos
comentado muchas veces en esta sección que para los sexólogos sexo
es aquello que somos, es decir hombres y mujeres; el campo de las
relaciones íntimas y significativas entre hombres y mujeres sería
para nosotros la erótica.
El
caso es que, como intuía, este tipo de aplicaciones han crecido como
la espuma en los últimos tiempos. Un vistazo rápido me llevó a
clasificarlas en varios tipos y, conforme lo hacía, me surgían
preguntas y reflexiones:
Por
una parte, encontrábamos algunas aplicaciones que no eran más que
versiones en digital de juegos de dados, preguntas, etc.
Por
otra, estaban aquellas que insistían en medir una serie de
parámetros: cuántas veces has hecho el amor (¿a qué se refieren?
¿a una penetración de un pene en una vagina?), cuánto has gritado
o gemido, cuánto te has movido… Es curioso, si bien es cierto que
cada uno, cada una, tiene su propio criterio para valorar si algo le
ha gustado o no, una vez más parecemos obligados a prestar atención
a la cantidad frente a otras cuestiones mucho más difíciles de
medir: si nos sentíamos a gusto con el otro o la otra, si el espacio
y el momento eran los adecuados, si nos dimos o hicimos aquellos
masajes, besos, caricias, lametones, penetraciones (esto son sólo
ejemplos de prácticas eróticas, podéis quitar, añadir, cambiar…)
que nos gusta dar o recibir… Para ir más lejos, y como si de una
gran competición se tratara,
algunos de estos programitas permiten almacenar los datos, compararlos con los de otros usuarios, compartirlos en redes sociales, etc. Pero, ¿no era suficiente con algunas pelis (porno y no porno), los anuncios, las encuestas…? Cabría preguntarse quién tiene el interés de sacar al mercado este tipo de “pasatiempos” digitales,- ¿grandes farmaceúticas, empresas de los mal llamados juguetes eróticos, compañías de preservativos? – pues si bien las aplicaciones nos salen en principio gratuitas, el beneficio sale de utilizar nuestros datos para fines que no conocemos o bien para venderlos a terceras empresas que, de nuevo, le sacan rentabilidad.
algunos de estos programitas permiten almacenar los datos, compararlos con los de otros usuarios, compartirlos en redes sociales, etc. Pero, ¿no era suficiente con algunas pelis (porno y no porno), los anuncios, las encuestas…? Cabría preguntarse quién tiene el interés de sacar al mercado este tipo de “pasatiempos” digitales,- ¿grandes farmaceúticas, empresas de los mal llamados juguetes eróticos, compañías de preservativos? – pues si bien las aplicaciones nos salen en principio gratuitas, el beneficio sale de utilizar nuestros datos para fines que no conocemos o bien para venderlos a terceras empresas que, de nuevo, le sacan rentabilidad.
Por
último, había otra serie de aplicaciones que, de una u otra forma,
facilitaban la interacción en tiempo real con gente de nuestro
alrededor. De esta manera, una permitía al resto de usuarios de la
aplicación conocer si otro usuario/a con el que, por ejemplo, se ha
cruzado por la calle, tiene en este momento pareja o no o si le
apetece tener algún tipo de encuentro erótico (en todo lo que leí
se daba por supuesto que se trataba de realizar una penetración
vaginal). Otra ponía en contacto a gente con pareja que buscaba,
además, relaciones con otras personas. Las había específicas para
hombres y mujeres homosexuales…
La
verdad es que estas últimas aplicaciones me resultaban más
interesantes y la reflexión en torno a ellas se hacía más
compleja. Por un lado, el debate en cuanto a cómo controlan y venden
nuestros datos era el mismo que con el resto de aplicaciones. Por
otro, me llevaba a pensar sobre cómo la tecnología está
introduciendo cambios en la forma de relacionarnos. Así, por
ejemplo, este tipo de aplicaciones nos dan la posibilidad de tener
cierta información de antemano (p.e: este chico con el que me acabo
de cruzar por la calle no tiene pareja y le gustaría tenerla o esta
mujer está casada pero quiero tener encuentros eróticos con otros
hombres) lo que nos permite no exponernos ante situaciones que en
algunos momentos nos pueden poner nerviosos o incluso pueden
despertar nuestro sentido del ridículo. Como en todo, habrá quien
disfrute del no saber a qué se expone, y otros y otras puede que se
relajen al disponer de esa información. En general, como pasaba con
los juegos que comentaba al principio, desde mi punto de vista
estamos digitalizando dispositivos y recursos que antes teníamos en
“analógico”. Hace no muchos años, por ejemplo, el indagar sobre
si alguien tenía pareja o no lo hacían nuestros amigos y amigas
evitando también los nervios de que lo preguntara el interesado.
Así
pues, si bien es cierto que ahora disponemos de recursos tecnológicos
que están introduciendo ciertas modificaciones en las formas y en
los tiempos- ahora prima la inmediatez-, hay algo que no cambia: pese
a los esfuerzos de ciertos discursos que parecen promover la guerra
entre sexos y establecer normas sobre cómo deben ser las relaciones,
las mujeres y los hombres seguimos buscando a otros hombres y mujeres
con los que compartir pequeños o grandes momentos y proyectos.
Bibliografía
Díez
Arrese, Samuel y Lejarraga Vera, Juan: “Juguetes
eróticos, artilugios genitales y subterfugios comerciales”.
Puedes encontrarlo en el blog Sexología en redes sociales.
Publicado en la revista número 20 de la Asociación Hegoak
No hay comentarios:
Publicar un comentario