11 de marzo de 2013

El mercado: una interferencia en la amatoria

Sonia Méndez Garatea

En los últimos días, quizá por el hecho de estar atentas a redes sociales y medios de comunicación en nuestro afán de publicar contenido interesante en el blog, nos hemos encontrado con buenos ejemplos de cómo desde instancias externas a las parejas se construyen modelos de cómo deben ser sus relaciones eróticas.
Una de esas instancias son las grandes empresas dedicadas a la venta de productos relacionados con lo genital. Así, nos encontramos con:



El orgasmométro. Enlace a artículo relacionado
Lee el artículo vía Interactiva Digital

Si bien es cierto que el objetivo de la publicidad no es otro que el lucro, consideramos
que estos anuncios, apoyándose en figuras de autoridad y objetividad, como son la comunicadora que aparece en el primer anuncio así como la tecnología de la que se habla en el artículo, contribuyen a:

Establecer la forma de actuar y los gustos de hombres y mujeres, obviando la idea de intersexualidad que ya comentábamos en otro artículo.


Así, en el video, se comenta, por ejemplo, que “si tú acaricias los genitales de un hombre,  inmediatamente tendrá una erección”; en cuanto a las mujeres, éstas “necesitan más caricias, alimentar un poquito el oído, envolver el ambiente”.

Quizá más que hablar de hombres y mujeres sería más interesante hablar de masculinos y femeninos: entendiendo que habrá hombres que tengan una erección cuando se les toca los genitales (por cierto, habría que ver también si esto se produce con cualquier persona, en cualquier lugar…) y habrá también hombres cuya forma de conseguir el orgasmo sea, por ejemplo, a través del oído, un rasgo que probablemente sea más femenino que masculino, pues se observa más en mujeres que en hombres.
Lo mismo sucede con las mujeres, algunas necesitarán “envolver el ambiente”, otras, por el contrario, preferirán el “aquí te pillo, aquí te mato”, un rasgo masculino pues se observa más en hombres.
Y, por supuesto, se trata sólo de ejemplos ya que podríamos encontrar un sinfín de prácticas, de variantes, de grises. Además, los gustos variarán en función del compañero o compañera, de la situación, del momento vital…


Jerarquizar y homogeneizar prácticas eróticas.


Tanto en el video como en el artículo, la práctica del orgasmo, obtenido a través de la penetración del pene del hombre en la vagina de la mujer, parece ser el fin último de toda relación erótica, la guinda del pastel (más guinda todavía si es un orgasmo simultáneo). El resto de prácticas serían pues meros fines para llegar al “placer final”.
En cuanto a la aplicación descrita en el artículo, ésta parece comparar los orgasmos experimentados por una pareja con la media de otras tantas y se vale para ello del ritmo, el volumen, la duración…

Así pues nos surgen varias preguntas: ¿Qué interés puede haber en comparar lo que hacen las parejas? ¿Pueden utilizarse estos parámetros para medir la satisfacción de una relación erótica? ¿El volumen y el número de gritos miden el disfrute de una relación? ¿No hay otras formas de expresar el estar a gusto? ¿Llegar o no al orgasmo es lo que marca la calidad de una relación? ¿Qué pasa con aquellas parejas formadas por dos hombres o por dos mujeres? ¿Y aquellas que no practican, por la razón que sea, la penetración de pene en vagina? ¿Pueden una mujer y/o un hombre llegar al orgasmo a través de otras prácticas?...
De nuevo, quizá sería más interesante apostar por aquello que es significativo para cada pareja y cada miembro de la misma, aquello a lo que ellos otorgan importancia, dependiendo del momento y la situación en la que se encuentren. 



Reproducir y construir lenguaje que, a su vez, construye realidades.



En el video que estamos comentando, llama la atención cómo se habla de complicidad, de conexión, de escucha, de no obsesionarse con el orgasmo…, cuando todo lo que se comenta en él hace referencia a esta práctica. Tanto es así que se utilizan varias fórmulas y expresiones para referirse a la misma: la primera de ellas, sin ir más lejos, es asimilar “placer final” a orgasmo. Posteriormente, se habla de “climax final”, “disfrute pleno” y se hace referencia varias veces a la idea de “intensidad”.
Además, se habla de “prolegómenos, juegos previos” refiriéndose a otras prácticas  apuntando, por tanto, a la existencia de algo que va después y que parece ser mejor, es decir, la guinda del pastel que no es otra cosa que el orgasmo.



Y a través de estos mecanismos descritos se deja fuera un sinfín de hombres  y mujeres que, bien porque no pueden bien porque no quieren, no cumplen con ese modelo marcado desde los poderes del mercado: parejas que no otorgan importancia a la práctica del orgasmo, hombres y mujeres que no tienen pareja (sea ésta estable u ocasional), parejas formadas por dos mujeres o por dos hombres, parejas cuyo alguno de sus miembros o ambos tienen algún tipo de discapacidad que les impide practicar lo descrito....



Sin embargo, a pesar del gran número de interferencias con las que se encuentran las parejas, parece que las leyes del deseo y las subjetividades siguen siendo más importantes que las leyes del dinero.


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